Todos los días trato con gente que tiene que tomar decisiones sobre su previsión futura. Este viernes pasado me reuní con cinco trabajadores que habían optado por adelantar su jubilación, ya que al ser funcionarios del Estado y haber cumplido ciertas condiciones podían optar por el retiro con cierta merma económica. Uno de ellos es un jefe de departamento que sé que disfruta mucho con su trabajo que además está bastante bien pagado, por lo que se me hacía incomprensible que quisiera terminar su vida laboral prematuramente perdiendo bastante dinero. Cuando le pregunté en privado me confesó que desearía seguir trabajando (incluso que le gustaría prolongar su vida laboral más allá de la edad ordinaria de retiro) pero que teme que pierda dinero si lo hace. Esta forma de pensar, muy extendida, nos muestra dos ideas muy arraigadas en el subconsciente colectivo del trabajador español que peina canas:

1 Las pensiones van a caer en España. Leyendo cualquier periódico es fácil concluir que los cotizantes caen con respecto a los beneficiarios, y que el sistema ya se está sosteniendo gracias a préstamos del Estado, o sea, que se financiará vía impuestos, con el límite que esto supone (no se adivina que tipo de gastos podrían ser eliminados en cuantía suficiente para cubrir esta necesidad).

2 Que el «palo» se lo van a dar esencialmente a los últimos en llegar. Que si entras a tiempo en esa gran masa de jubilados/retirados tienes más número de sufrir menos recortes, llegando incluso a perder mucho dinero ahora como inversión necesaria para no perder mucho más en el futuro. Este razonamiento tiene su lógica, la masa de jubilados tiene una gran importancia electoral, no en vano nadie hasta ahora se ha atrevido a hacer una reforma real del sistema. Además históricamente se han tendido  respetar los derechos «adquiridos», (p.ej. los funcionarios jubilados antes del año 2.009 pueden trabajar con total libertad para cualquier entidad privada, cuando se planteo la reforma el colectivo judicial y otros impidieron la prohibición universal, y la solución fue aplicar la restricción a los «nuevos») y es muy habitual que los cambios generen situaciones a extinguir cuyos beneficiarios conserven los derechos de la regulación anterior. Hay precedentes contrarios, recortes y eliminación de pagas extras generalizados en tiempo de grave crisis, pero la sabiduría popular parece descartar una crisis aguda, y confía en un cambio paulatino, de ahí la carrera por «salvarse» ahora.

Yo detecto un generalizado abandono del sistema por parte de todos aquellos que pueden intentarlo. Una de las cosas que peor está haciendo el Estado es no dar garantías de un trato equitativo a los babyboomers. Aquellos que van a estar a caballo entre el sistema actual y el futuro (cuentas nocionales, previsión míxta, etc…) deberían tener garantías claras de que el sistema no les va a hacer trampas cambiando las reglas al final del partido. Si la única forma de garantizarlo es asumiendo un sacrificio colectivo y generalizado de alto coste electoral debería asumirse el descontento que generará, pero proporcionará una confianza a todos los operadores que fortalecerá al sistema y evitará esta tendencia actual de huida. Y que nadie se engañe, aunque la afiliación es obligatoria las bases cotización  son más altas si el trabajador confía en el sistema y elude los imaginativos incentivos empresariales y remuneraciones extra nómina que a veces tolera.

Todos queremos certidumbre, o al menos certeza de un trato equitativo. Tengo dudas que el Estado se atreva a repartir equitativamente los esfuerzos que vendrán. Ojalá me equivoque, pero lector, no dudes que tú si debes tener tu estrategia, tienes que plantearte que puedes hacer, o no hacer para tener un retiro adecuado, lo que exige pensar en tu cotización actual, que has hecho en el pasado y que esperas de tu trabajo en el futuro, revisando tu situación financiera y fiscal. Todos tenemos algún margen de maniobra. Ánimo.